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-¿Qué es esto? ¿Por qué? – pienso.

Estoy procesando eventos como los que a veces corren en el “campo de concentración ecléctico” y no he comprado ninguna “tarjeta video-evasiva”; siento a mi cerebro revolucionar golpeando las paredes de mi cráneo. Hay dolor. Pareciera que en todas esas proyecciones virtuales participo yo… Eso no es viable. Desesperada, aumentando mi frecuencia e intensidad respiratorias, me sofoco.

-¿Estaré volviéndome loca? Aquí no es posible tener memoria, ni siquiera sé hacerlo… - Estoy asustada, confundida, están prohibidos los sueños aquí, en la Tierra, en gran parte del universo en realidad…

- Ningún proceso mental puede ser involuntario, ningún proceso mental es involuntario – me repito una y otra vez. Me duele, no puedo pensar claramente, es inasequible.

-¿Qué me estará sucediendo? – dice mi mente aciaga y desconcertada. En todos esos instantes creados en la óptica de mi registro mental, pareciera materializarse mi cara; aparezco sonriente y mi alrededor es colorido, un poco pálido, la luz es casi blanca… Hay demasiados árboles, ahora sólo podemos observarlos en las cápsulas de oxígeno.

- ¿Cómo puedo estar yo ahí? – Anonadada suspiro.
En esa sucesión de ideas, pareciera que mis neuronas, aunque manipuladas, retuvieron situaciones pasadas y comencé a revivir sucesos y “homos” que me provocaron el llanto. Estoy entrando en pánico, mis pupilas están dilatadas ¡No puedo respirar!

- ¡Ayuuudaaa! – jadeante, sudando, intento gritar. Todo en vano, no hay nadie a mi alrededor, además de que mi llamada de auxilio vehemente, se extingue en esta sensación que me oprime el pecho y me provoca náuseas. Nos enseñan aquí en la Tierra, que la confusión solía ser una emoción que percibían mis antepasados, los homo sapiens, que los hacía débiles y llenos de frustración. Es sólo que yo no debería ser capaz de sentir esto.

¡Es espantoso!

Yo soy Vesta y así comienza mi historia.

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